Sí, creo que algo me conecta con Andalucía.
He vivido casi veinte años «a caballo» entre Málaga y Logroño y me he sentido feliz e identificada con sus gentes, pero de Andalucía es especialmente con Córdoba y Granada donde más siento esa conexión. La Mezquita de Córdoba hace que mi sangre circule con más rapidez, siento que el pulso galopa. No importa cuantas veces la visite, ¡siempre me asombra y maravilla!
Ver el busto de Averroes en una de sus plazoletas me produce sentimientos totalmente contradictorios, aunque ambos me hacen vibrar con ese sentimiento abstracto que es la emoción. Lo admiro por su inmensa obra, que demuestran sus profundos conocimientos, maestro en disciplinas como medicina, filosofía, matemáticas, derecho; pero… sostenía que la mujer no tenía alma. Claro que no era el único filósofo de la antigüedad que pensaba lo mismo. Platón, antes que él y Maimónides coetáneo; más tarde Tomás de Aquino. Aunque con criterios distintos, la mujer era poco más que un semoviente.
En cuanto a Granada…, en pocos lugares del mundo he tenido la necesidad de llorar, sintiendo que no podía abarcar tanta hermosura solo con la vista de La Alhambra. Algo se conmovía dentro de mi…, tan profundamente, que al llegar del Patio de los leones, precisaba dar rienda suelta a mis lágrimas que caían sin poderlas contener. posiblemente necesitaba dejar espacio en mi alma, desbordada de hermosos e incontenibles sentimientos.
Tal vez la explicación de esta conexión, esté en mi nacimiento.
Nací en Cervera del Río Alhama, un pueblo de La Rioja de ascendencia árabe —mora, decían los cerveranos, y este término no tenía nada de peyorativo—. Solo viví allí hasta los once o doce años, pero fue suficiente para tener preciosos recuerdos que me han estado acompañado toda la vida.
“Subir al castillo” era mi excursión favorita.
No puedo recordar cuándo fue la primera vez que subí a la montaña para ver el castillo de los moros —más bien los escasos restos del castillo—, donde vivió Zahara, la princesa mora que se enamoró de un cristiano llamado Fortún.
Él cristiano y musulmana ella, la unión resultaba imposible. Los enfrentaba de forma irreconciliable sus correspondientes creencias religiosas.
Según una de las distintas versiones que se conocen de la historia de esta trágica pareja: Zahara se enamoro de Fortún cuando éste estaba prisionero en el castillo de su padre, Alí Abou-Alhama. Su padre solo consentía en el matrimonio si él se convertía al islam, pero fue ella la que decidió bautizarse haciéndose cristiana. Para evitar la ira del Abou-Alhama cuando se enterara, decidieron huir del castillo, pero fueron encontrados y castigados con la muerte.
Las distintas versiones que de ellos se cuenta, siempre acaban con la trágica muerte de los dos, unos mediante conjuros mágicos que hacen desaparecer a Zahara para culpar de su muerte a Fortún y poder castigarlo quitándole la vida. Otra versión afirma que al encontrarlos durante su huida, él fue colgado en las almenas del castillo y ella encerrada en un calabozo por siempre.
La historia se parece a la de los amantes de Teruel, o a la de los Capuleto y Montesco, pero no es igual, solo se parece, ya que ellos, cristianos, no fueron los que decidieron como solución a su imposibilidad amorosa quitarse la vida.
Creo que vivir durante la infancia y la pre-adolescencia, en un lugar como Cervera del Río Alhama no solo imprime carácter, también el sentimiento de proximidad y conexión con Andalucía, por esos antepasados que también vivieron en mi tierra.