enero 18, 2015

No quiero vivir sin ti. Dashashwamedh

»En cuanto a mis hermanos, han seguido distintas sendas. El santón que he saludado es el mayor de mis hermanos. Él escogió el celibato y toda su vida la ha dedicado al estudio y la enseñanza. Los dos más pequeños continúan en Inglaterra, como auténticos gentleman. En cuanto al que va después de mí, sabemos que es un fanático de nuestra religión. Ha elegido para defenderla otro camino nada pacífico. Ninguno de los  hermanos estamos de acuerdo con sus métodos. En cambio, él sí está de acuerdo con nuestras vidas, pero cree que si no fuera por su lucha para mantener viva nuestra religión tal como  se refleja en los vedas, ni nosotros, ni mucho menos los que vienen detrás, podríamos cumplir con nuestras obligaciones. Cree que la modernidad está ahogando nuestras costumbres ancestrales y él participa de la lucha activa. No hemos podido convencerle de que deje esa lucha y se vuelve muy violento cuando intentamos convencerlo.

Rubén quedó un rato pensativo. Tal vez tuvieran razón en luchar por defender sus costumbres, pero el fanatismo unido a la lucha por la defensa de cualquier causa suele ser una mala combinación.

El asceta quiso saber algo de la vida de su interlocutor. A preguntas del hindú, Rubén también le contó una versión muy abreviada de dónde procedía y el motivo de su estancia en Benarés; se encontraba tan a gusto que no hubiera dado fin a la conversación en toda la noche, pero fue su acompañante quien se despidió tras darle las gracias por aquella inesperada velada con “banquete” incluido y haciéndole una recomendación: que se levantase antes de salir el sol y bajase al Río Ganges unos Ghats más adelante:

—Pregunta por el Dashashwamedh. ¿Lo recordarás? Si te guías por el flujo de gente, seguramente acertarás sin preguntar. Toma uno de los barquitos que salen al amanecer y contemplarás algo cuya imagen te acompañará el resto de tu vida. Ya sé que te va a faltar tiempo para todo lo que pretendes hacer, pero merece la pena, créeme. Si me necesitas, no dudes en buscarme por este lugar, es mi Gath —dijo sonriendo a modo de resignación indolora.

Rubén sintió el impulso de darle un abrazo y el ex leproso harapiento lo aceptó sin ninguna oposición.

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