En el reportaje que aparece ante mis ojos en el televisor llueve de forma escandalosa. La reportera lleva UN PARAGUAS DE PLÁSTICO TRANSPARENTE.
Con el sonido de la lluvia contra el paraguas me llega un olor o perfume peculiar que me envuelve igual que el novedoso impermeable de PLEXIGLÁS que llevo puesto. No es solo un recuerdo, es que me encuentro transportada a otro lugar, a otra época, a la infancia: su OLOR, su INCONFUNDIBLE SONIDO: el del agua golpeando sobre el plástico, recién descubierto, el que se producía al DESDOBLARLO, al ROZAR LOS PLIEGUES ENTRE SI, al PONÉRMELO…
Veo caer la lluvia, la siento en mi cara, en mis manos, veo con claridad la calle y aquellas largas y amplias escaleras del atrio de entrada a mí casa. No solo las veo, yo estoy ahí.
Me encontraba ilusionada, al fin llovía, y había podido estrenar el impermeable que me regalaron los Reyes venidos desde Oriente. Había estado esperando ese momento desde el día de Reyes Magos, cuando descubrí que sus Majestades me habían dejado aquel paquete que olía tan bien, un olor que no se parecía a ningún otro. Deseaba, más que nada, lucir aquella prenda transparente que además de su perfume y sonido, me permitía mostrar la ropa que llevaba en esos momentos.
Me deleité en la embriagadora sensación de volver a un lugar casi olvidado. Allí estaba. Sentía el sabor de aquella mezcla incluso en el paladar. Era una sensación imposible de describir. Estaba ocurriendo.
De pronto, me llegaban una especie de flases, como ráfagas indefinidas de recuerdos. Traté de recuperar aquellas sensaciones, aquella imagen idílica que unos instantes antes me habían hecho intensamente feliz. ¿Qué había pasado por mi memoria para que tan dulces sensaciones apareciesen y desapareciesen? apenas había tenido tiempo de saborearlas a gusto
¿Qué edad tendría?, ¿seis años, ocho? Puede que menos. Pero no creía que se pudiera recordar con tan solo cinco años. Aunque había oído decir a algunos psicólogos que en el inconsciente se pueden retener recuerdos desde
que olía tan bien, un olor que no se parecía a ningún otro. Deseaba, más que nada, lucir aquella prenda transparente que además de su perfume y sonido, me permitía mostrar la ropa que llevaba en esos momentos.
Me deleité en la embriagadora sensación de volver a un lugar casi olvidado. Allí estaba. Sentía el sabor de aquella mezcla incluso en el paladar. Era una sensación imposible de describir. Estaba ocurriendo.
De pronto, me llegaban una especie de flases, como ráfagas indefinidas de recuerdos. Traté de recuperar aquellas sensaciones, aquella imagen idílica que unos instantes antes me habían hecho intensamente feliz. ¿Qué había pasado por mi memoria para que tan dulces sensaciones apareciesen y desapareciesen? apenas había tenido tiempo de saborearlas a gusto
¿Qué edad tendría?, ¿seis años, ocho? Puede que menos. Pero no creía que se pudiera recordar con tan solo cinco años. Aunque había oído decir a algunos psicólogos que en el inconsciente se pueden retener recuerdos desde cualquier edad. ¡Era un recuerdo tan vívido!
Estaba viendo la televisión. ¿Cómo me había invadido ese olor tan peculiar? La lluvia mezclada con el “plexiglás” me habían trasladado en el tiempo.